Cuando educamos a nuestros hijos sin duda alguna hacemos un ejercicio de afección sobre ellos, desde el momento en que ellos se relacionan con nosotros, ya están aprendiendo ciertas costumbres y encajando en ciertos esquemas, no es fácil que estos se alejen de los esquemas tradicionales que se les imponen por el simple hecho de que entran en ellos con demasiada naturalidad, así los padres realmente al darles pautas de comportamiento, al sugerirles una actividad u otra lo que hacemos es afectar en ellos, influir en ellos, hacer que algo de nosotros este en ellos, pero al hacer esto hay que estar siempre con los ojos bien abiertos, muchas veces tratamos de encajarles normas o conductas que ellos con toda naturalidad las rechazan, y nosotros ciegamente nos empeñamos en que las realicen, esto dependiendo de cómo el menor lo afronte puede llegar a ser muy negativo y una futura fuente de conflicto con los adultos y particularmente con sus padres.
Sin querer ser malos y solo entendiendo que nuestros hijos son de nosotros y de nadie más los padres solemos definir que son las cosas que le van a guastar y que actividades debe n preferir nuestros hijos antes incluso que las conozcan, y en cuantos estos prefieren algo distinto a lo que nosotros les ofrecemos sentimos que algo no anda bien, pero no esta situación debemos convenientemente realizar un ejercicio para poder entender si la conducta que tratamos de imponer es acertada o errónea, el ejercicio consiste en cuestionarnos si lo otro que el menor prefiere es también algo bueno y solo lo prefiere porque su gusto así lo dictamina, lo segundo es reflexionar si realmente vale la pena que estemos condicionando a nuestro hijo a que se dedique a una cierta actividad que nosotros queremos y no a la que él desea, considerando todos los posibles futuros roses que vallan a surgir con el después de haber decidido esto.
Por último y el más impórtate de todos los pasos en este ejercicio seria reflexionar como puedo comunicarle yo al menor de que esta actividad que yo le ofrezco es buena y por qué es mejor que las otras, poder combatir una base argumentativa para que el niño pueda decidir con confianza en si mismo y no sintiéndose presionado por su entorno o por sus padres, los cuales no debieran ejercer ninguna presión sobre los hijos, sino más bien ser los que les ayuden a tener un desarrollo llevadero.